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¿Votar o boicotear?

Alberto Aguirre | Signos Vitales
El mejor escenario —formulado por los claudistas—habla de 20 millones de votos para el próximo domingo en los comicios para elegir a los nuevos jueces, magistrados y ministros del Poder Judicial. La variable independiente es la movilización que podría realizar la disidencia magisterial. Ni su presencia es nacional, ni sus bases tendrían la capacidad para cubrir las 84,000 “casillas seccionales” proyectadas por la autoridad.
Justamente, la presidenta consejera del INE, Guadalupe Taddei, ha sido quien ha verbalizado el peor escenario: el boicot. ¿De la Coordinadora… y también del círculo rojo? Paradojas magisteriales: el dirigente del SNTE y senador Alfonso Cepeda Salas, prometió cinco millones de votos, pero la resistencia evitaría que muchas de las estructuras partidistas pudieran cumplir con las metas comprometidas por distintos gestores pro-morenistas.
El abstencionismo prefigurado por un amplio sector de la comentocracia obedece a otro tipo de resortes. La versión mexicana del voto bronca corresponde con lo proyectado por diversos sondeos de opinión: 20% de los votantes cree que la reforma judicial de la Cuarta Transformación no era necesaria y han descartado presentarse a los centros de votación.
Casi el doble (38%) han expresado su desconfianza sobre el modelo de elecciones directas para seleccionar a los integrantes del Poder Judicial. El piso de los probables votantes —en algunas de las estimaciones más consistentes— son 10 millones de votos. Los más leales a la presidenta Sheinbaum consideran que el mínimo son 16 millones de votos, los mismos que Morena movilizó en la consulta ciudadana sobre la Revocación de Mandato, hace tres años.
Las encuestas disponibles coinciden en lo esencial: tres de cada cuatro electores elegibles creen que la reforma era necesaria y que las elecciones del próximo domingo traerán un cambio. Apenas la mitad, empero, consideran que ese cambio será para bien.
La movilización corporativa de las estructuras pro-morenistas, de sindicatos y otras agrupaciones ciudadanas —con o sin acordeón— tiene un techo: 23 millones de votos. La participación podría llegar al 25% de los electores elegibles, con la participación de otros votantes —de clase media y media-alta, no identificados con el oficialismo— que también acudirían a las urnas.
Dos tipos de electores: unos, susceptibles de movilización. La minoría, electores “de opinión”, que acudirían por su “propio pie”… ¿para anular su voto? ¿O para votar por algunos candidatos en los que reconozcan experiencia y trayectoria?
En muy pocos casos, se reconocerá la capacidad de hacer campaña de los postulantes. Apenas se escuchan en los medios electrónicos spots —“con fines educativos, sin rúbrica—con la fecha de la votación. ¿Demasiado tarde?